El panorama actual viene marcado por el imparable proceso de globalización y la interacción entre empresas, el uso creciente y extensivo de las nuevas tecnologías, un cambio acelerado y una competitividad feroz. A ello se une que las empresas son sistemas complejos caracterizados, entre otros factores, por la interacción entre sus elementos y funciones, unos objetivos múltiples y en conflicto y una constante interacción con un entorno cambiante que hace necesaria una adaptación continua.
Todo ello hace particularmente difícil la comprensión de la complejidad empresarial y, por tanto, la actividad directiva y la investigación en este campo.
El enfoque tradicional, basado en una aproximación analítica, que estudia la empresa como un conjunto de áreas independientes, no es capaz de captar la compleja realidad y, por tanto, resulta insuficiente. Es imprescindible desarrollar una visión sistémica interfuncional de la empresa que permita reconocer la influencia de otras áreas sobre una en concreto, así como las consecuencias de sus decisiones y acciones sobre cada una de ellas y sobre el conjunto de la empresa.
Ello es aún más crucial en un contexto como el actual en el que es absolutamente necesario, no sólo el enfoque multidisciplinar dentro de la empresa, sino en el contexto más amplio de las relaciones interempresas que forman verdaderas redes y cadenas de suministro con fuertes interacciones.