La modelización computacional a escala molecular se ha constituido, en los últimos veinte años, como una herramienta que abarca, de manera transversal, muchas áreas de conocimiento: desde la bioquímica hasta los nuevos materiales, pasando por todas las disciplinas de la química y áreas emergentes como la nanociencia. Su reconocimiento se ha materializado con la concesión de varios premios Nobel de Química (a Walter Kohn y John A. Pople en 1998 y a Martin Karplus, Michael Levitt y Arieh Warshel en 2013).
Las simulaciones computacionales se han convertido en una rama importante que da lugar a un tercer pilar de la ciencia que permite que los estudios teóricos y experimentales superen las limitaciones que les son inherentes. Esto ha originado una demanda creciente de personal experto formado en estos campos, una demanda que no solo procede del mundo académico, sino también de la industria: cada vez más empresas consideran la modelización a escala molecular como una herramienta imprescindible.