El contexto actual en el que se desarrolla la agricultura, caracterizado por los precios elevados de las materias primas, por un alto grado de innovación aplicada a la agroalimentación, por una enorme preocupación por efectos del cambio climático o por la expansión de las energías renovables, ha devuelto a la agricultura el carácter estratégico que en los últimos años parecía cuestionarse. En este escenario de profundos cambios, la formación de profesionales adaptados al nuevo contexto, resulta crucial. La agricultura se adapta y evoluciona, y también debe hacerlo la formación de profesionales que trabajan en este ámbito, con el objetivo de poder responder de forma eficaz a las nuevas funciones que la Sociedad del Siglo XXI demanda a la agricultura. Entre estas nuevas demandas sociales destacan la seguridad en el abastecimiento de alimentos y la calidad de los mismos, las cuestiones medioambientales y el mantenimiento de un medio rural vivo. Así, y a pesar de que la agricultura ha perdido protagonismo en términos absolutos en la economía de las áreas rurales, las funciones productivas y no productivas que desempeña, la convierten en imprescindible para el desarrollo de los territorios. Y viceversa, una agricultura sostenible y competitiva necesita de un entorno rural vivo y dinámico.