Con motivo de la Exposición Universal de Londres en 1851 se planteó construir un edificio con disposición, materiales y procesos constructivos totalmente novedosos. La novedad consistió en aprovechar de forma correcta los materiales, modular, fabricar en taller y sólo montar en obra. El artífice de esta obra no fue un arquitecto, sino un jardinero que, obviamente, entendía de invernaderos. En aquel momento la arquitectura había quedado relegada al mundo de las ideas y los arquitectos quedaban totalmente al margen del conocimiento de los nuevos materiales y su potencial.
La situación actual cada vez se parece más a la anterior. La tecnología ha avanzado de un modo implacable y los edificios empiezan a convertirse en un conjunto de soluciones en donde se diferencia la arquitectura de las diversas ingenierías que intervienen en el proceso. Es necesario profundizar en el conocimiento de las tecnologías que apoyan a la arquitectura. Y, es necesario usarlas como material de proyecto.