Teniendo en cuenta el patrón de salud en las sociedades desarrolladas del siglo XXI (mayores expectativas de vida, aumento de enfermedades crónicas discapacitantes, progresivo envejecimiento de la población, aumento de las personas dependientes…), se justifica cualquier esfuerzo encaminado a buscar y a crear respuestas acordes a las nuevas demandas y necesidades, además de a la adaptación y al ajuste tanto de los modelos sociales y sanitarios como de las mentalidades y de las ideas que los inspira.
En el campo de la discapacidad y la dependencia, la demanda de formación, investigación, desarrollo e innovación tecnológica ha experimentado un fuerte impulso con el desarrollo de la Ley de promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia, así como de políticas sociales de apoyo a las familias, etc.