La infancia y, sobre todo, la adolescencia, son etapas en las que nuestros menores se ven sometidos a una fuerte presión externa que les aprieta y arrastra a desarrollar unos comportamientos que pueden llegar a provocar unas consecuencias poco beneficiosas. Una de las grandes amenazas de nuestros menores es la relacionada con los hábitos alimenticios, relacionados con la imagen que se proyecta desde el exterior sobre los nuevos cánones de belleza y estereotipos erróneos de vida saludable. Unos individuos que aún no han desarrollado una personalidad fuerte, que aún se encuentran en construcción, son vulnerables de desarrollar algún tipo de trastorno alimentario, algo cada vez más común, sobre todo en adolescentes del género femenino. Por esto cobra una especial importancia disponer de una formación específica en la prevención y tratamiento de este tipo de trastornos, lo que nos permitirá intervenir de una manera íntegra y eficaz.